En 1986, la disputa legal entre Roger Waters y los miembros restantes de Pink Floyd se intensificó, y Waters presentó una demanda para impedir que la banda usara el nombre de Pink Floyd. El desacuerdo se centró en la identidad de la banda y quién tenía derecho a seguir actuando como Pink Floyd. La disputa atrajo una importante atención de los medios, con fanáticos y críticos opinando sobre el futuro de la banda. A pesar de las batallas legales en curso, David Gilmour y Nick Mason continuaron trabajando en nuevo material de Pink Floyd. Planearon lanzar un nuevo álbum sin Waters, lo que marcó un punto de inflexión significativo en la historia de la banda. Durante este tiempo, reclutaron al músico Bob Ezrin para ayudar con la producción y los arreglos, con el objetivo de crear un sonido que reflejara el legado de Pink Floyd y al mismo tiempo adoptara una nueva dirección. Las batallas legales y la dinámica cambiante de la banda crearon una atmósfera tensa, pero la determinación de Gilmour y Mason de Continúe mientras Pink Floyd sentó las bases para el resurgimiento de la banda. El año siguiente vería el lanzamiento de nuevo material y el resurgimiento de Pink Floyd como banda.